jueves, 9 de septiembre de 2010

Erzsébet Bathory: La Condesa Sangrienta

adie ignora que la sangre es un elemento de particular atración para determinadas mentes psicopáticas y criminales. Ya conocen los terribles rituales de magia roja practicados por Giles de Rais y Catalina de Médicis, además de las terribles historias inspiradoras del vampirismo. Aquí vamos a referirnos a un terrible personaje obsesionado con la sangre: la condesa Elizabeth de Bathory, nacida en Transilvania, la patria de Drácula y con el que parece estar emparentada.



Mas conocida como “La condesa sangrienta”, debido a los macabros y depravados crimenes que


cometio, Elizabeth Bathory fue una aristocrata hungara perteneciente a una de las mas ilustes

familias de Europa. De hecho de esta misma familia tambien fueron Esteban y Sigmund Bathory que

ocuparon los tronos de Polonia y Transilvania, respectivamente, además de varios dignatarios de

la Iglesia y ministros de Hungría.

El caso de este personaje resulta verdaderamente interesante para la historia del crimen en serie, partiendo en un principio del hecho que sea una de las pocas mujeres que haya asesinado de una manera tan cruel… a cerca de 650 niñas.



La historia de Elizabeth comienza en 1560, fecha en la que vino al mundo en el seno de una de

las mas importantes familias de Hungria. Su castillo se encontraba en Cachtice, ciudad situada

en Slovakia.Tambien paso parte de su vida en Viena donde tenia una mansion cerca del palacio

real en el centro de la ciudad. Alli se hizo construir una jaula de hierro dentro de la cual

torturaba a las jovenes doncellas.








Gran parte de los investigadores achacan los malvados instintos de esta condesa a la degeneracion

genetica a la que habian llegado los miembros de esta familia debido a los cruces de sangre pues

la unica manera de mantener las posesiones era el matrimonio entre familias nobles Hungaras. De

hecho Elizabeth era muy propensa a ataques de epilepsia, y entre los de su estirpe había

numerosos antecedentes de prácticas de magia negra y satanismo; además, su hermano Stephen y su

tía, ambos de marcada tendencia homosexual, fueron conocidos libertinos en su época, y, por si

fuera poco, cabe citar el caso de su antepasada Clara Báthory, que, al decir de los cronistas,

aparte de practicar todo tipo de enfermizas aberraciones sexuales envenenó a su marido.



A los once años Elizabeth se prometio con Ferenc Nadasdy, el hijo de otra familia hungara de la

aristocracia. Se fue a vivir con la familia de Ferenc, al sombrio castillo de Csejthe. Alli le

gustaba jugar con los niños de el estado de los Nadasdy, pero pronto quedo embarazada de uno de

ellos. Debido a este incidente a los 13 años se la tuvieron que llevar en secreto hasta un

castillo donde tuvo al hijo que fue sacado del pais. Dos años despues se caso con Ferenc Nadasdy.

Ferenc, que poco despues seria conocido como “El caballero negro”, por sus destacadas proezas

como general en el campo de batalla, era tan cruel como su mujer. Estuvo la mayor parte de su

matrimonio luchando contra los turcos y cuando volvia a casa disfrutaba torturando a los

prisioneros. De hecho enseño varias tecnicas de tortura a Elizabeth. Una de las tecnicas

preferidas de tortura de Elizabeth era introducir finas agujas debajo de las uñas de sus

sirvientas, o simplemente clavarlas en su piel. Tambien se decia que daba llaves o monedas al

rojo vivo para quemar las manos de las doncellas, o que las tiraba a la nieve para despues

echarles agua fria hasta verlas morir congeladas.



Se cuenta que Ferenc enseño a Elizabeth como mantener la discipina de sus doncellas. Sacaban a

las chicas desnudas al exterior y recubrian sus cuerpos con miel. La dejaban 1 dia entero fuera,

de manera que era picada por los mosquitos, la abejas y todo tipo de insectos.



El conde no tarda en ser reclamado en una batalla, por lo que se ve obligado a dejar sola a Elizabeth por un tiempo.

Al cabo de muchos momentos en espera de su marido, ésta se aburre por el continuo aislamiento al que estaba sometida, y se fuga para mantener una relación con un joven noble al que las gentes del lugar denominaban “el vampiro” por su extraño aspecto. En breve regresa de nuevo al castillo y empieza a mantener relaciones lésbicas con dos de sus doncellas.

Desde ese momento, y para distraerse de las largas ausencias de su marido, comienza a interesarse sobremanera por el esoterismo, rodeándose de una siniestra corte de brujos, hechiceros y alquimistas.



A medida que pasaban los años, la belleza que la caracterizaba se iba degradando, y preocupada por su aspecto físico pide consejo a la vieja nodriza. Ésta, le indica que el poder de la sangre y los sacrificios humanos daban muy buenos resultados en los hechizos de magia negra, y le aconseja que si se bañaba con sangre de doncella, podría conservar su belleza indefinidamente…



En esa época, la Condesa tubo su primer hijo, al que siguieron tres más, y si bien su papel maternal le absorbía la mayor parte del tiempo, en el fondo de su mente seguían resonando las palabras tentadoras de la nodriza: “belleza eterna”. Al principio intentó alejarlas de sí, posiblemente no por falta de deseo o valor, sino por temor a las consecuencias de cara a la aristocracia, pero años más tarde cuando su marido fallece no tarda en probar los placeres sugeridos por la bruja.



Al poco tiempo moriría su primera víctima: una joven sirvienta estaba peinando a la Condesa, cuando accidentalmente le dio un tirón. Ésta, en un ataque de ira le propinó tal bofetada que la sangre de la doncella salpicó su mano. Al mirar la mano manchada de sangre, creyó ver que parecía más suave y blanca que el resto de la piel, llegando a la conclusión que su vieja nodriza estaba en lo cierto y que la sangre rejuvenecía los tejidos. Con la certeza de que podría recuperar la belleza de su juventud y conservarla a pesar de sus casi cuarenta años, mandó que cortasen las venas de la aterrorizada sirvienta y que metiesen su sangre en una bañera para que pudiera bañarse en ella.



A partir de ese momento, los baños de sangre serían su gran obsesión, hasta el punto de recorrer los Cárpatos en carruaje acompañada por sus doncellas en busca de jóvenes hembras a quienes engañaban prometiéndoles un empleo como sirvientas en el castillo. Si la mentira no resultaba, se procedía al secuestro drogándolas o azotándolas hasta que eran sometidas a la fuerza. Una vez en el castillo, las víctimas eran encadenadas y acuchilladas en los fríos sótanos bien por un verdugo, un sirviente o por la propia Condesa, mientras las víctimas se desangraban y llenaban su bañera.



Una vez dentro de la pila, hacía que derramasen la sangre por todo su cuerpo, y al cabo de unos minutos, para que el tacto áspero de las toallas no frenase el poder de rejuvenecimiento de la sangre, ordenaba que un grupo de sirvientas elegidas por ella misma lamiesen su piel. Si estas mostraban repugnancia o recelo, las mandaba torturar hasta la muerte. Si por el contrario reaccionaban de forma favorable, la Condesa las recompensaba.





En algunas ocasiones, las víctimas que le parecían más sanas de mejor aspecto eran encerradas durante años en los sótanos para ir extrayendo pequeñas cantidades de sangre mediante incisiones afín que la dueña del castillo pudiera bebérsela.

Por otro lado, las calaveras y los huesos eran también aprovechados por los hechiceros del castillo, convencidos que sólo un sacrificio humano podía dar buenos resultados para realizar sus experimentos alquímicos.



Durante once años, los campesinos aterrados veían el carruaje negro con el emblema de la Condesa Báthory rastrear el pueblo en busca de jóvenes, que desaparecían misteriosamente dentro del castillo y que nunca volvían a salir.

Los cuerpos sin vida eran sepultados en las inmediaciones del castillo, hasta que finalmente, sea por pereza o descuido, tan sólo los arrojaban al campo para que las alimañas acabasen con ellos.



Algunos aldeanos no las tenían todas consigo por los gritos estremecedores que se oían salir del lugar, y se empezaron a extender rumores por todo el pueblo de que algo raro sucedía en el castillo.

Finalmente estos pueblerinos empiezan a rondar por las inmediaciones, en dónde se encuentran con los restos de más de una docena de cuerpos sin vida. Éstos armaron una revuelta insistiendo que el castillo estaba maldito y era además una residencia de vampiros, quejándose ante el propio soberano.



Atacar a una familia de poder en esa época era algo verdaderamente difícil, y sobre todo si como en este caso, el acusado además de ser una persona distinguida entre la nobleza tenía amigos igual de poderosos por todas partes. Por ese motivo, el emperador comienza por no prestar atención a las quejas de su pueblo, pero finalmente envía una tropa de soldados que irrumpen en el castillo en 1610.

Al entrar, los soldados encuentran en el gran salón del castillo un cuerpo pálido y desangrado de mujer en el suelo, otro aún con vida pero terriblemente torturada, que había sido pinchada con un objeto para extraerle la sangre, y una última ya muerta tras ser salvajemente azotada, desangrada y parcialmente quemada. En los alrededores del castillo, desentierran además otros cincuenta cadáveres.



En los calabozos, se encuentran a gran cantidad de niñas, jóvenes y mujeres aún en vida a pesar que algunos de ellos tenían señales de haber sido sangrados en numerosas ocasiones. Una vez éstos liberados, sorprenden a la Condesa y a algunos de sus brujos en una de las habitaciones del castillo en medio de uno de estos sangrientos rituales. Rápidamente son detenidos y conducidos a la prisión más cercana.

Los crímenes sádicos de Báthory habían durado aproximadamente diez años.



En el juicio, sobraban pruebas para condenar a Elizabeth Báthory culpable de los múltiples crímenes cometidos, pues no sólo se habían encontrado ochenta cadáveres sino que los guardias estaban de testigos para declarar que la habían visto matar con sus propios ojos.



Ésta confesaría haber asesinado junto con sus hechiceros y verdugos, a más de 600 jóvenes y haberse bañado en “ese fluido cálido y viscoso afín de conservar su hermosura y lozanía”.

Le seducía el olor de la muerte, la tortura y las orgías lesbianas. Decía que todo lo mencionado poseía un “siniestro perfume”. Sus cómplices fueron condenados culpables, unos decapitados y otros quemados en la hoguera.



Báthory, aún contando con el privilegio de pertenecer a la nobleza y ser amiga personal del rey Húngaro, fue condenada por éste mismo a una muerta lenta: la emparedaron en el dormitorio de su castillo, dejándole una pequeña ranura por la cual le daban algunos desperdicios como comida y un poco de agua.





Y cuando todo estuvo terminado erigieron cuatro patíbulos en los ángulos del castillo para señalar que allí vivía una condenada a muerte. Así vivió más de tres años, casi muerta de frío y de hambre. Nunca comprendió por qué la condenaron. El 21 de agosto de 1614, un cronista de la época escribía: Murió hacia el anochecer, abandonada de todos. Ella no sintió miedo, no tembló nunca. Entonces, ninguna compasión ni admiración por ella. Sólo un quedar en suspenso en el exceso del horror, una fascinación por un vestido blanco que se vuelve rojo, por la idea de un absoluto desgarramiento, por la evocación de un silencio constelado de gritos en donde todo es la imagen de una belleza inaceptable. Como Sade en sus escritos, como Gilles de Rais en sus crímenes, la condesa Báthory alcanzó, más alla de todo límite, el último fondo del desenfreno. Ella es una prueba más de que la libertad absoluta de la criatura humana es horrible.

1 comentario:

  1. Al fin encuentro un articulo donde se explica claramente todas sus, digamoslo así, "hazañas", me gusta tu forma de escribir, si me pudieses facilitar la fuente sería todavía mejor, me gusta tu forma de escribir, sigue asi

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